El día, los milenios y los amaneceres ya acababan en un penumbro impuro.
Y la centinela su próximo acto ya no pensaba cometer. Dibujos con existencias interpreto en sus colores, de verde, azul, o quizá un rojiazul de arcoiris que vio un lente sin horrores.
La mañana empezaba y ella ya no lograba distinguir entre algarrobina y sal que saboreo en la cena del ultimo domingo.
El tiempo, el penumbro y los números de su balcón con terquedad la estaban llamando.
Quizá para cometer su acto o una violación de libertad en su ya olvidado canto.
Nadie toco la puerta de su resignado hogar, solo un par de piedras que llegaban al rozar los vientos.
Sí, nadie toco, ni tiro la puerta, nadie la golpeo, ni nadie la lastimó.
Ya hacían 3 o 2 años que sin una visita correcta se encontraba y un plato medio vació en el frente superior derecho se hallaba.
Entonces ella recordó, aquel viejo mensajero que solía caminar entre desiertos y mundos sin novedades. Aquel viejo mensajero que con inseguridades tocaba la puerta, para aparecer y otorgar cielos especiales.
Sí, estos que contaminaban su mundo de melancolía por felicidad. Cielos inesperados que coloreaban el mundo ficticio basado en una sociedad con crueldades.
Vientos con huracanes que de a pocos se quebraban en su cielo con novedades.
La Centinela y el viejo mensajero a su vez eran locos sin troncos que caminan descalzos por los polos sin el mínimo deseo de coger un tronco.
Observaban y creaban mundos con cielos en su ya establecido lugar, quizá para alguno o alguna muy aburrido sería, pero esto a ellos ni el más mínimo o máximo pensamiento los adormecía.
Llevaron así un milenio o dos, hasta que el mensajero entregar mensajes ya no lograba, oscureceres y amaneceres ya no valoraba.
Y su personalidad perdida estaba, nadie pregunto, nadie se alejo y nadie busco.
Solo sucedió en un día inesperado, sin motivo especial o riña sustancial que al pasar la credencial huía del espacial.
Los animales su color negro y gris, ya habían retomado, quizá porque la tinta de un universo ya había acabado.
Pero bueno... esta solo fue su segunda historia de su penultima personalidad que agotada o en gastada ya acabada.
Se sentó, comió y nadie la vio, en su profunda silla de viento sin riña.
Solo se sentó y espero.
En un espacio creando universos pero esta vez era unilateral.
Escribi esta historia luego de leer otra llamada "Su presencia" y ponerme algo triste.
Pero en este momento ya estoy bien, solo quería publicar mi estado de ese momento.
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